¿Alguna vez os ha pasado que os han dicho que mañana ya te daban una respuesta y llega la semana siguiente? ¿O que te devolverían aquello que te habían tomado prestado y tener que repetirlo una y otra vez hasta que llega? ¿Y decir que vas a hacer deporte desde el lunes y al final acabas en el sofá viendo Netflix? Todo ello que vemos en el día a día más frecuentemente de lo que nos gustaría tiene algo en común, la falta de compromiso. Y hoy os quiero hablar de mi viaje en la mejora de esta habilidad que ahora percibo como esencial. 

¿Qué es el compromiso?

Antes de empezar a hablar del compromiso, veamos lo que dice la RAE que es el compromiso: 

1. Obligación contraída.

2. Palabra dada. 

Es decir, que el compromiso es asumir una obligación o dar nuestra palabra de que algo va a ocurrir. Y la falta de él es no cumplir con aquello que debemos hacer. 

Y todo esto lo cuento porque soy el primero que ha faltado a sus compromisos y luego se ha disculpado. Una vez detrás de otra. Hasta que analizamos el patrón y descubrimos que la raíz del problema es el mismo: la falta de compromiso. Y cuando nos paramos a pensar, nos damos cuenta de que es parte de nuestra identidad y las personas no pueden fiarse de encargarnos una tarea o necesitan monitorizarnos porque sino temen que no se vaya a llevar a cabo, evidentemente. Es decir, que la fiabilidad transmitida cae en picado y, por lo tanto, la confianza también.

Las acciones hablan más alto que las palabras.

¿Por qué no atendía a los compromisos?

Las principales razones que he detectado en una falta de compromiso son las siguientes:

  • Porque siento que no tengo la capacidad.
  • Porque no tengo tiempo. 
  • Porque no es importante.
  • Porque se me olvida.

Pero se podría resumir en el siguiente:

  • Porque no es prioritario para mí y/o no me motiva.  

Es decir, que no es la prioridad en ese momento, por lo que no le prestaba suficiente atención o, peor aún, no tenía ganas de ponerme manos a la obra.

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Philip Strong – Unsplash

Lo primero que podría pensar es «voy a empezar a decir que no a compromisos que no sean necesarios, y cuando vaya a comprometerme algo, pensar primero si puedo cumplir». Ese sería un primer paso. Pero ocurre que frecuentemente me comprometía a cosas porque la idea del resultado me atrae, y me animamos enseguida y a la hora de ejecutar, esas ganas se disuelven igual de rápido, como lágrimas en la lluvia. 

Si realmente tenemos la capacidad de cumplir con algo y queremos hacerlo pero aún así no lo logramos, en muchas ocasiones lo achacamos a una falta de motivación. Vamos procrastinando porque sentimos que no estamos lo suficiente motivados y vamos posponiendo la tarea.

Entendiendo la motivación

Cuando nos enfrentamos a una situación, encontramos claramente dos fases: la intención y la acción.

Muchas veces, situamos la motivación entre ambas. Primero, pensamos lo que vamos a hacer. Luego, necesitamos la motivación, las ganas, para pasar por último a la acción

Esta popular creencia es lo que en muchas ocasiones nos frena a la acción. No nos vemos preparados mentalmente para ejecutar la tarea y la vamos posponiendo, esperando el momento perfecto en el que se alineen los planetas para pasar a la acción.

La verdad es que la motivación es básicamente un sentimiento, y no podemos depender de un sentimiento que puede llegar o no. Los sentimientos son temporales. Nos basamos en la creencia errónea de que nos tiene que apetecer hacer algo antes de hacerlo. En realidad, en ese momento lo que necesitamos es disciplina o fuerza de voluntad

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Braden Collum – Unsplash

Regla de los cinco minutos

En la mayoría de los casos, la fricción de iniciar la tarea es el principal motivo de la procrastinación. La motivación llega después de haber pasado a la acción, cuando vemos resultados de nuestras acciones, y nos lleva a querer más.

Sabiendo esto, yo aplico la regla de los cinco minutos. Esto trata de obligarme a hacer solamente 5 minutos de ese compromiso que tengo que cumplir. Una vez iniciada la tarea, aunque necesite una hora para ello, será mucho más fácil acabarla.

Cuando nos volvemos disciplinados, nos vemos recompensados con resultados positivos, que nos motivan a seguir iniciando tareas que son poco agradables en un principio, pero muy agradecidas después de pasar por ese momento de incomodidad

Espero que este post os ayude a levantaros y hacer lo que deseáis si sois como he sido yo en el pasado. Si tenéis más consejos para mejorar en estos aspectos, os animo a comentarlo para ayudar a más gente.